lunes, 28 de enero de 2019

EL PALACIO DE HULE, Paula Natalizio.

Poesía, 64 pag.
Tal una construcción tan fantástica e imposible como su nombre, El Palacio de Hule se despliega en el límite de la imaginación y la realidad con la fragilidad y al mismo tiempo la consistencia de un material tan versátil como la memoria.
El viaje dura un día: empieza con el Alba, momento espectral que preanuncia una actitud de asombro y expectativa: Llanto, rompe en lágrimas cuando la luz siembra de vida la mañana; y se cierra – en la espacialidad del Libro.- cuando El día anuncia su fin. En el transcurso, el acaecer de un Yo que discurre en rizoma, que avanza a saltos como en la rayuela infantil,  un viaje de circuitos aleatorios que no establece prioridades entre el primer día de una feroz dictadura asesina, un crepúsculo violeta sobre la laguna de Venecia, la semblanza emocional de una escritora o un encuentro esperado en un barrio del sur de Londres. Un viaje con el cuerpo – el detalle vital, vívido de la experiencia – y con la sensibilidad lúcida del delirio. Un itinerario que no se constituye con la cartografía racional de un mapa, sino como en un patchwork hecho de retazos, de imágenes sólidamente aferradas a su fugacidad, de fragmentos unidos no por la flecha del tiempo sino por un sentido que los atraviesa oculto en la subjetividad  Un viaje, en suma, donde la temporalidad se altera, como si se hiciera realidad aquella tarde adolescente en que la protagonista y alguien más se declaran libres y sin tiempo / y bordan flores para el funeral de Cronos.

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