Poesía, 64 pag.
Acudiendo a una
poesía críptica pero certera, en la que las imágenes apuntan a un blanco fijado
de antemano por voluntad del autor, Chartier hurga en los diferentes estados de
la conciencia, preguntándose –
preguntándonos –
de qué modo se atraen y rechazan sus lábiles artefactos: la sensación empírica
(el “nervio”), la memoria, el sentimiento. También, por qué no, la inquietante presencia
de la Nada como empresa final que todo lo disuelve.
Y tal vez igual que
la pregunta, también la respuesta sea circular: sólo en la palabra que permite
nombrar – ordenar – la experiencia del mundo está, velada
tras el arbitrio del lenguaje, esa realidad que vislumbramos al alcance de la
mano (¿de la lengua?), pero que nunca terminamos de alcanzar. Y la palabra
poética– Nietzsche, Heidegger,
Zambrano –
sea el único camino capaz de, si no develar, al menos sugerir a la conciencia
un punto de referencia donde asirse, aun sabiendo que debajo se abre un pozo
sin fondo, un territorio que nunca habremos de conquistar.
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